Cuando asumí la presidencia de SOLCA, en marzo de 2018, sabía que me esperaba un gran desafío, no solo porque debía continuar la magnífica obra de mi antecesor, el Dr. Juan Tanca Campozano, y de todos aquellos que me habían precedido en el cargo, sino porque debía procurar ser fiel al mandato de nuestro fundador, haciendo del servicio una vocación y del trabajo un ministerio. 

Con mucho entusiasmo y optimismo tomé la posta para proseguir las planes y proyectos trazados por el Consejo Directivo Nacional; y de manera particular en lo relativo a la reconstrucción física de nuestro Instituto Oncológico, que había sido seriamente afectado por el terremoto de Manabí, en abril de 2016, obligándonos a trasladar gran parte de nuestras operaciones a otros centros hospitalarios para mantener el servicio y la atención a los pacientes, sin afectar su tratamiento y mucho menos la calidad, entrega y compromiso del personal médico y asistencial que lleva puesto en su corazón el sello de SOLCA. 

Hasta fines del 2019 una parte de nuestros ingresos ordinarios provenían de la asignación presupuestaria que el Estado le otorgaba a SOLCA de forma trimestral, cuyo valor se mantuvo congelado durante varios años; y mientras nuestras necesidades crecían la asignación resultaba cada vez más insuficiente.  Pero la tenacidad tuvo su recompensa, y luego de un largo batallar en la Asamblea Nacional, finalmente se aprobó en diciembre de 2019 la reforma al Código Orgánico Monetario y Financiero, y la Contribución del 0.5% que se venía aplicando para las operaciones de crédito del sistema financiero privado se amplió para el sector de cooperativas, compartiendo el monto de la recaudación con el MSP, por partes iguales. Paralelamente se sustituyó la asignación presupuestaria por un mecanismo de transferencia directa a la cuenta única del Tesoro Nacional, en el 50% de lo que corresponde al MSP, y el 50% restante a las cuentas individuales entre los diferentes núcleos de SOLCA.  Esto hizo justicia para SOLCA y le permitió recuperar parte de la participación de los contribuyentes que desde su origen fue íntegramente para la institución, como contra partida al mandato que le confirió el Estado ecuatoriano en el año 1953 para liderar la lucha contra el cáncer en el Ecuador, y que nos permite cubrir cerca del 80% del costo de las atenciones a pacientes institucionales que carecen de toda cobertura o seguro de salud.   

La lucha es ardua y no cesa, nosotros tampoco podemos hacerlo. Por eso estamos firmemente comprometidos a no parar, a continuar evolucionando y siendo lo mejores en lo que hacemos y cómo lo hacemos, impulsando nuestra misión, guiados por nuestra visión, pero sobre todo, inspirados por nuestro noble propósito de salvar la mayor cantidad de vidas.